martes, 1 de diciembre de 2020

Intervención de Nieves Cruz: UNA POLÍTICA NUEVA PARA TIEMPOS NUEVOS

 A continuación, publicamos la intervención de Nieves Cruz en el Simposion Chiara Lubich que nos cuenta como trata de vivir su compromiso político, generando una nueva cultura que parte de la fraternidad, haciendo así una transformación social de su entorno más próximo.

UNA POLÍTICA NUEVA PARA TIEMPOS NUEVOS

 

Para hablar de la figura de Chiara Lubich, es necesario precisar que vislumbró un nuevo humanismo, en cuanto al desarrollo de su concepción de la persona como perteneciente a la misma familia humana, social y política, valorar la diversidad como la mejor riqueza y reconocer que su naturaleza es relacional, que nos necesitamos.

La política tiene que favorecer la acción responsable de cada persona como miembro de un cuerpo, que es la humanidad entera y ofrecerle la posibilidad de alcanzar aquella realización temporal de sí mismo y aquella felicidad que se obtiene sólo en la fraternidad universal.

La fraternidad pues, une a la comunidad, pero al mismo tiempo distingue el papel que cada uno desempeña y las tareas que nos competen.

Desde los inicios de la concepción del carisma de la unidad, Chiara no pudo ignorar la política y fueron muchos los momentos en que se dirigió a los Parlamentos, Organismos Internacionales, Casas Comunales…en 1948 tuvo lugar en la Cámara de los Diputados de Italia, su encuentro con Igino Giordani, una personalidad de amplia experiencia cultural, social y política que encarnará en su sede política el arte de amar, del que Chiara había hablado en el Capitolio y que desarrollaré en esta ponencia.

En 1950 crea el Centro Santa Catalina, como espacio de encuentro para los políticos, con el fin de ayudar y ayudarse a vivir siempre en la fraternidad, y desde allí creer en los valores profundos, eternos del hombre; y sólo en un segundo momento comenzar la acción política, ampliando el modo de ver el compromiso político que todos aceptaban y animando a sus miembros a colocar las decisiones cotidianas dentro de un gran proyecto histórico, examinaba también, a la luz de la verdad presente en el corazón del hombre, estudiaban nuevas leyes, sugeridas por la relación que el amor recíproco suscitaba entre las personas, grupos y pueblos.

Chiara no pretendió crear un partido político, sino un estilo de vida, una cultura y una praxis política nueva que permitiera a la política alcanzar del mejor modo su fin: el bien común desde la unidad del cuerpo social y no solo en los partidos o instituciones sino en el compromiso ciudadano y los diversos agentes sociales. De ese modo las personas, las familias, las pequeñas empresas, las instituciones tradicionales y estatales, por medio de la fraternidad alcanzan cada una su proprio objetivo, en el respeto y en colaboración con las demás; y así hacen que la sociedad en su conjunto alcance su propio fin político.

Ya desde la antigüedad, muchos hablaron de ella, como Aristóteles, o más cercano en la historia Tomás Moro, Suchman..

La fraternidad es una vocación de todos y por lo tanto no puede dejar de serlo en los políticos, que como todos, estamos llamados a ponerla en práctica, a sentirnos hermanos. Es el primer deber, antes de dedicarse con pasión a su propio partido, antes de las prioridades que distinguen las diferentes opciones. Antes de todo. Y esto es un bien, porque el amor siempre ilumina, inclusive las decisiones que hay que tomar, y así facilita la obtención del fin de la política misma: el bien común.

Es decir, la Fraternidad no sería un añadido, sino la esencia que hace posible el principio de la modernidad, nacido en la Revolución Francesa de libertad, igualdad y fraternidad. Mientras que la libertad y la igualdad tuvieron un desarrollo doctrinal importante, y encontraron una parcial aplicación en las Constituciones y en las leyes de muchos Estados democráticos, a la fraternidad a menudo no le fue reconocida la dignidad que merece: la de ser categoría política, sin la cual ni siquiera las otras pueden encontrar plena expresión. La fraternidad, estable el equilibrio necesario, como si se tratase un plano que es sostenido por tres patas, que darán la estabilidad para alcanzar el único objetivo, garantizar el bien común; de modo que la Fraternidad, no debe seguir siendo el principio olvidado, sino el que da el verdadero sentido, el de servicio a la comunidad.

 La fraternidad es un compromiso que:

-        Favorece el desarrollo auténticamente humano, sin aislar en la incertidumbre el futuro de las clases más débiles, sin excluir a otras y sin crear nuevas formas de pobreza, como se dirá en la Economía de Comunión.

-        Salvaguarda los derechos de los ciudadanos y da acceso a la ciudadanía, como parte de la vida política

-        Permite vivir plenamente la relación entre el elegido, desde qué es candidato y el ciudadano, estableciéndose un diálogo de colaboración, un pacto de compromiso común.

-        Permite introducir nuevos principios en el trabajo político del día a dia, que haría que no se gobernase nunca contra nadie, ni solo como expresión de una idea o una parte. Unos cumplen funciones en el gobierno, otorgada por la mayoría ciudadana y otros, funciones de oposición, pero sólo juntos garantizan la soberanía del pueblo.

 

Así la Fraternidad hace posible pensar en un bien mayor, de todos los hombres y mujeres y en la humanidad entera en términos políticos, pudiendo de este modo afrontar incluso los retos de globalización.

En la reciente encíclica del Papa Francisco, “Fratelli tutti”, el pontífice afirma: “Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común.”

Un momento crucial que he de destacar, es la fundación el 2 de mayo de 1996, en Nápoles, del Movimiento Político por la Unidad, cuando un grupo de políticos, de distintos partidos, no encuentran mucho sentido a su tarea y se dirigen a Chiara planteándole algunos interrogantes:

-       ¿Es posible engendrar en la vida política frutos inspirados en los grandes valores: paz,

justicia, respeto a la vida de cada persona…?

-       ¿Es posible construir, de verdad, una política al servicio de la unidad de la familia humana?

Chiara Lubich respondió, es posible, pero con dos condiciones:

·        Anteponer la opción por el hombre y por los valores comunes a toda la humanidad (paz,

libertad, justicia, vida,…) a nuestras legítimas diferencias políticas.

         ·        Tomar como categoría inspiradora de la política ese vínculo que une a todos los hombres y las mujeres entre sí: la fraternidad universal, la única categoría que puede soportar el impacto de la realidad política actual, que exige, al mismo tiempo, respuestas locales y mundiales.

Terminó diciendo a los políticos allí reunidos: empiecen a vivir así entre ustedes, respetando su diversidad y considerándola como una riqueza recíproca, buscando la unidad de intenciones, partiendo de los valores comunes. Después, trasladen la experiencia y su espíritu inspirador a los distintos partidos políticos a los que pertenecen.

La adhesión fue total, y nació el Movimiento Político por la Unidad, MPPU, que después se ha extendido por diversos países, de Europa, América, África y Asia, constituyendo una red transversal de influencia en el campo político.

Desde el MPPU, tratamos de descubrir la Política como amor, palabra poco frecuente en foros políticos… amor por nuestra gente, por nuestro pueblo, por nuestra región, por nuestro país, por la humanidad… Un amor que debería tener la medida de “Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti”.

Hacer política quiere decir moverse desde el amor interpersonal, hacia una dimensión mayor, la de la “polis”, la ciudad, la comunidad, por ello llevamos adelante la iniciativa de “Ciudades por la Fraternidad”, de la que nos hablará M. José. Naturalmente, esto requiere eliminar nuestros esquemas y prejuicios y preguntarnos por el verdadero sentido de la Política, con la “P” mayúscula.

¿Pero cómo vivir la fraternidad? ¿Y de qué modo ayuda a la política a desarrollar plenamente sus propias tareas? Chiara Lubich propone:

En primer lugar, para el político de la unidad la elección del empeño político es un acto de amor con el cual responde a una auténtica vocación, es decir, a una llamada personal, ante una necesidad social, a un problema de su ciudad, o a los sufrimientos de su pueblo, a las exigencias de su tiempo. Quien es creyente advierte que es Dios quien lo llama por medio de las circunstancias; el no creyente responde a una llamada humana que encuentra eco en su conciencia; pero ambos ponen amor en su acción.

En segundo lugar, el político de la unidad toma conciencia de que, si la política es amor desde su raíz, también el otro, el adversario político, puede haber hecho su elección por amor y por eso debe respetarlo, comprender la esencia de su compromiso. El político de la unidad desea fervientemente que también su adversario pueda realizar el designio bueno del cual es portador, porque, si responde a una llamada y a una necesidad verdadera, es parte integrante de ese bien común que solamente juntos pueden construir, porque a veces sobrepasando las diferencias, es más lo que nos une que lo que nos separa.

El político de la unidad, por lo tanto, ama no solo a los que le dan el voto, sino también a los adversarios; no solo a su propio partido, sino también al partido de los demás; no solo a su propia Patria, sino a toda la humanidad. Y amar a todos, le hace comprender y vivir la dimensión universal de la política.

Además, el político de la unidad no puede quedarse pasivo delante a los conflictos, a menudo graves, que excavan abismos entre los políticos y entre los ciudadanos. Por el contrario, debe ser él quien da el primer paso, aunque sea sólo con un saludo, para acercarse al otro y retomar la comunicación interrumpida. Crear la relación personal donde no existe, o donde sufrió una interrupción, a veces puede lograr desbloquear el proceso político.

Para el político de la unidad, ser el primero en amar es un acto que corresponde a la dignidad de la persona, pero se transforma también en una verdadera y propia iniciativa política; ayuda a superar los prejuicios y el juego de las partes, que muy a menudo paralizan a los políticos en contraposiciones inútiles.

  

Otro aspecto de la fraternidad en política es la capacidad de hacerse a un lado para darle espacio al otro, de callar para escuchar también a los adversarios. Es un “perderse a si mismos” que cada día renueva la originaria elección política, es decir la decisión de ocuparse de los demás y no de los propios intereses. Y de ese modo “haciéndose uno” con ellos, es abrirse a otras realidades. Hacerse uno ayuda a superar los individualismos, hace conocer aspectos de las personas, de la vida, de la realidad, que amplían también el horizonte político: el político que aprende a hacerse uno con todos será más capaz de entender y de proponer.

Y por último, la fraternidad encuentra plena expresión en el amor recíproco, verdadera necesidad para la democracia, entendida rectamente: amor de los políticos entre ellos, y entre políticos y ciudadanos. El político de la unidad no se contenta con amar él solo, sino que trata de llevar al otro, aliado o adversario, este espíritu, porque la política no nace sólo de una decisión individual, sino que es relación, un proyecto común. Un amor reciproco que la política exige, no sólo en las relaciones personales, sino como exigencia institucional. Las distinciones de los cargos que la democracia asigna, en su significado más profundo tienen la finalidad de permitir el amor reciproco: si la acción de amor del gobierno se expresa en la propuesta y en la decisión, la respuesta de amor de la oposición se manifiesta en la contrapropuesta y el control, esa es la verdadera democracia, no como estamos acostumbrados a ver la confrontación. Pero todos estos aspectos del amor político, que realizan la fraternidad, exigen sacrificio y no son fáciles.

En España, cuando Chiara nos visitó en el 2002, sembró la semilla que produjo sus frutos de modo que el MPPU se fundó el 22 de noviembre del 2004, en la sede del Parlamento Europeo en Madrid. El Centro del MPPU, lo componemos representantes de diversas sensibilidades políticas, culturas, lenguas,.. que aporta el rico panorama político español. Construimos esta experiencia de unidad en la diversidad, que queremos trasladar a la vida pública, creando un espacio de diálogo, con transparencia en la comunicación, siendo posible expresar tu opinión libremente, siendo fieles a este principio entre nosotros y comunicando nuestra experiencia a otros, para transformar nuestro entorno más inmediato.

 

Propiciamos contactos con políticos en Andalucía, Aragón, Cataluña, Extremadura, Madrid, País Vasco, espero que también ahora en Valencia,.. creando espacios de fraternidad: los políticos se sienten con la confianza de poder expresarse con libertad (sin el “corsé” del partido), y de ser escuchados a fondo, sin prejuicios… Se origina un enriquecimiento entre los políticos de distintos partidos, ámbitos y territorios, que repercute en la acción de su trabajo diario.

Es nuestro deseo difundir esta nueva cultura de la Fraternidad, tan necesaria en la actualidad, a través de mesas redondas, jornadas, contactos personales y publicaciones en distintos medios,

sobre la Fraternidad como categoría política de la que ya se han realizado también algunas tesis doctorales.

 Estos son los políticos que el MPPU quiere generar, nutrir, sostener y la política que Chiara nos propone. No es una utopía. Nos los dicen algunos que nos han precedido: como Joseph Lux, que fue vice-primer ministro de la Republica Checa, que supo conquistar la admiración de sus colegas y adversarios; o Domenico Mangano, que vivió la política en la administración municipal de Viterbo, al servicio constante de sus conciudadanos; o Igino Giordani, cuyo proceso de canonización, iniciado recientemente, está poniendo en luz que él vivió no sólo las virtudes religiosas, sino también las civiles: signo de que podemos hacernos santos no “a pesar de la política”, sino “a través de la política”.

Hoy en nuestro planeta la fraternidad es más necesaria que nunca. Lo estamos viviendo de forma concreta y directa ante la crisis sanitaria generada por el Coronavirus, o los grandes temas que involucran a la comunidad internacional en este período: la cuestión ambiental y en particular la ecología humana, el desarrollo y la alimentación, los problemas referidos al patrimonio genético de los diversos grupos humanos, la inmigración… Sin embargo, sabemos que las causas son más de una, pero fundamentalmente el desequilibrio entre países pobres y ricos. Por eso es necesario - los tiempos lo exigen - una distribución más justa de los bienes. Pero los bienes no se mueven por si mismos, si no se mueven los corazones y se ejecutan desde los gobiernos. De aquí la urgencia que el ideal de la fraternidad ponga raíces en todos los pueblos y en modo especial entre los políticos también de distintas naciones. ¿Es un sueño? Para quién cree únicamente en sus propias fuerzas, sí. Pero para quien cree en Aquel que guía la historia, ningún sueño es imposible, ya lo expresaba en los inicios Chiara. Y esto es lo que espera el MPPU, quizás como un pequeño David frente a Goliat, junto a todos los demás que están comprometidos en hacer su propia parte, fortaleciendo la unidad. Una unidad siempre en la diversidad, en la libertad, construida por pueblos y personas, que sean realmente ellas mismas, portadores de su propia identidad y de su propia cultura, abiertas y en diálogo con las demás.

Es así como trato de vivir mi compromiso político, generando esta cultura nueva, partiendo de la fraternidad, que haciendo posible la transformación social de mi entorno más próximo.

Muchas gracias por su atención.

1 comentario:

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