A continuación, publicamos la intervención de Nieves Cruz en el Simposion Chiara Lubich que nos cuenta como trata de vivir su compromiso político, generando una nueva cultura que parte de la fraternidad, haciendo así una transformación social de su entorno más próximo.
UNA POLÍTICA NUEVA PARA
TIEMPOS NUEVOS
Para hablar de la
figura de Chiara Lubich, es necesario precisar que vislumbró un nuevo
humanismo, en cuanto al desarrollo de su concepción de la persona como
perteneciente a la misma familia humana,
social y política, valorar la diversidad como la mejor riqueza y reconocer
que su naturaleza es relacional, que nos necesitamos.
La política tiene
que favorecer la acción responsable de cada persona como miembro de un cuerpo,
que es la humanidad entera y ofrecerle la posibilidad de alcanzar aquella
realización temporal de sí mismo y aquella felicidad que se obtiene sólo en la
fraternidad universal.
La fraternidad pues, une a la comunidad, pero al mismo tiempo distingue
el papel que cada uno desempeña y las tareas que nos competen.
Desde los inicios
de la concepción del carisma de la unidad, Chiara no pudo ignorar la política y
fueron muchos los momentos en que se dirigió a los Parlamentos, Organismos
Internacionales, Casas Comunales…en 1948 tuvo lugar en la Cámara de los Diputados de Italia, su encuentro con Igino Giordani, una personalidad de
amplia experiencia cultural, social y política que encarnará en su sede
política el arte de amar, del que Chiara había hablado en el Capitolio y que
desarrollaré en esta ponencia.
En 1950 crea el
Centro Santa Catalina, como espacio de encuentro para los políticos, con el fin
de ayudar y ayudarse a vivir siempre
en la fraternidad, y desde allí creer en los valores profundos, eternos del hombre; y sólo en
un segundo momento comenzar la acción política, ampliando el modo de ver el compromiso político
que todos aceptaban
y animando a sus miembros
a colocar las decisiones
cotidianas dentro de un gran proyecto histórico, examinaba también, a la luz de
la verdad presente en el corazón del hombre, estudiaban nuevas leyes, sugeridas
por la relación que el amor recíproco suscitaba entre las personas,
grupos y pueblos.
Chiara no
pretendió crear un partido político, sino un estilo de vida, una cultura y una
praxis política nueva que permitiera a la política alcanzar del mejor modo su
fin: el bien común desde la unidad del cuerpo social y no solo en los partidos
o instituciones sino en el compromiso ciudadano y los diversos agentes
sociales. De ese modo las personas, las familias, las pequeñas empresas, las
instituciones tradicionales y estatales, por medio de la fraternidad alcanzan
cada una su proprio objetivo, en el respeto y en colaboración con las demás; y
así hacen que la sociedad en su conjunto alcance su propio fin político.
Ya desde la antigüedad, muchos hablaron de ella, como Aristóteles, o más cercano
en la historia Tomás Moro, Suchman..
La fraternidad es
una vocación de todos y por lo tanto no puede dejar de serlo en los políticos,
que como todos, estamos llamados a ponerla en práctica, a sentirnos hermanos.
Es el primer deber, antes de dedicarse con pasión a su propio partido, antes
de las prioridades que distinguen las diferentes opciones. Antes
de todo. Y esto es un bien, porque el amor siempre ilumina, inclusive las decisiones que hay que tomar, y así facilita
la obtención del fin de la política
misma: el bien común.
Es decir, la Fraternidad no sería
un añadido, sino la esencia que hace posible el principio de la modernidad, nacido en la Revolución Francesa
de libertad, igualdad
y fraternidad. Mientras
que la libertad y la igualdad tuvieron un desarrollo doctrinal
importante, y encontraron una parcial aplicación en las Constituciones y en las leyes de muchos Estados
democráticos, a la fraternidad
a menudo no le fue reconocida la dignidad que merece: la de ser categoría
política, sin la cual ni siquiera las otras pueden encontrar plena expresión.
La fraternidad, estable el equilibrio necesario, como si se tratase un plano
que es sostenido por tres patas, que darán la estabilidad para alcanzar el
único objetivo, garantizar el bien común; de modo que la Fraternidad, no debe
seguir siendo el principio olvidado, sino el que da el verdadero sentido, el de
servicio a la comunidad.
-
Favorece el desarrollo auténticamente humano, sin
aislar en la incertidumbre el futuro de las clases
más débiles, sin excluir a otras y sin crear nuevas formas
de pobreza, como se dirá en la Economía de Comunión.
-
Salvaguarda los derechos de los ciudadanos y da acceso
a la ciudadanía, como parte de la vida política
-
Permite vivir plenamente la relación entre el elegido,
desde qué es candidato y el ciudadano, estableciéndose un diálogo de
colaboración, un pacto de compromiso común.
-
Permite introducir nuevos principios en el trabajo
político del día a dia, que haría que no se gobernase nunca contra nadie, ni
solo como expresión de una idea o una parte. Unos cumplen funciones en el
gobierno, otorgada por la mayoría ciudadana y otros, funciones de oposición,
pero sólo juntos garantizan la soberanía del
pueblo.
Así la Fraternidad hace
posible pensar en un bien mayor, de todos los hombres y mujeres y en la humanidad entera en términos
políticos, pudiendo de este modo afrontar incluso
los retos de globalización.
En la reciente encíclica
del Papa Francisco, “Fratelli tutti”, el pontífice afirma:
“Para hacer posible el desarrollo de una comunidad
mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social,
hace falta la mejor política
puesta al servicio
del verdadero bien común.”
Un momento
crucial que he de destacar, es la fundación el 2 de mayo de 1996, en Nápoles,
del Movimiento Político por la Unidad, cuando un grupo de políticos, de
distintos partidos, no encuentran mucho sentido a su tarea y se dirigen a
Chiara planteándole algunos interrogantes:
-
¿Es posible engendrar
en la vida política frutos inspirados en los grandes
valores: paz,
justicia,
respeto a la vida de cada persona…?
-
¿Es posible construir, de verdad, una política
al servicio de la unidad de la familia humana?
Chiara
Lubich respondió, es posible, pero con dos condiciones:
·
Anteponer la opción
por el hombre y por los valores
comunes a toda la humanidad
(paz,
libertad,
justicia, vida,…) a nuestras legítimas diferencias políticas.
Terminó diciendo
a los políticos allí reunidos: empiecen a vivir así entre ustedes, respetando
su diversidad y considerándola como una riqueza recíproca, buscando la unidad
de intenciones, partiendo de los valores comunes. Después, trasladen la
experiencia y su espíritu inspirador a los distintos partidos políticos a los
que pertenecen.
La adhesión fue
total, y nació el Movimiento Político por la Unidad, MPPU, que después se ha
extendido por diversos países, de Europa, América, África y Asia, constituyendo
una red transversal de influencia en el campo político.
Desde el MPPU,
tratamos de descubrir la Política como amor, palabra poco frecuente en foros
políticos… amor por nuestra gente, por nuestro pueblo, por nuestra región, por
nuestro país, por la humanidad… Un amor que debería tener la medida de “Haz a
los demás lo que quieras que te hagan a ti”.
Hacer política
quiere decir moverse
desde el amor interpersonal, hacia una dimensión
mayor, la de la “polis”, la
ciudad, la comunidad, por ello llevamos adelante la iniciativa de “Ciudades por la Fraternidad”, de la que nos hablará
M. José. Naturalmente, esto requiere eliminar nuestros esquemas y prejuicios y
preguntarnos por el verdadero sentido de la Política, con la “P” mayúscula.
¿Pero cómo vivir
la fraternidad? ¿Y de qué modo ayuda a la política a desarrollar plenamente sus
propias tareas? Chiara Lubich propone:
En primer lugar, para el político
de la unidad la elección
del empeño político
es un acto de amor con el cual responde a una auténtica
vocación, es decir, a una llamada personal, ante una necesidad social,
a un problema de su ciudad, o a los sufrimientos de su pueblo,
a las exigencias de su tiempo. Quien es creyente advierte que es Dios
quien lo llama por medio de las circunstancias; el no creyente responde a una
llamada humana que encuentra eco en su conciencia; pero ambos ponen amor en su acción.
En segundo lugar,
el político de la unidad toma conciencia de que, si la política es amor desde
su raíz, también el otro, el adversario político, puede haber hecho su elección
por amor y por eso debe respetarlo, comprender la esencia de su compromiso. El
político de la unidad desea fervientemente que también
su adversario pueda realizar el designio bueno
del cual es portador,
porque, si responde a una llamada y a una necesidad verdadera, es parte integrante de ese bien común que solamente juntos pueden construir, porque a veces sobrepasando las diferencias, es más lo que nos une que lo que nos separa.
El político de la
unidad, por lo tanto, ama no solo a los que le dan el voto, sino también a los
adversarios; no solo a su propio partido, sino también al partido de los demás;
no solo a su propia Patria, sino a toda la humanidad. Y amar a todos, le hace comprender y vivir la dimensión
universal de la política.
Además, el
político de la unidad no puede quedarse pasivo delante a los conflictos, a
menudo graves, que excavan abismos entre los políticos y entre los ciudadanos.
Por el contrario, debe ser él quien da el primer paso, aunque sea sólo con un
saludo, para acercarse al otro y retomar la comunicación interrumpida. Crear la
relación personal donde no existe, o donde sufrió una interrupción, a veces
puede lograr desbloquear el proceso político.
Para el político
de la unidad, ser el primero en amar es un acto que corresponde a la dignidad
de la persona, pero se transforma también en una verdadera y propia iniciativa
política; ayuda a superar los prejuicios y el juego de las partes, que muy a menudo
paralizan a los políticos en contraposiciones inútiles.
Otro aspecto
de la fraternidad en política
es la capacidad de hacerse
a un lado para darle
espacio al otro, de callar para escuchar también
a los adversarios. Es un “perderse a si mismos”
que cada día renueva la
originaria elección política, es decir la decisión de ocuparse de los demás y
no de los propios intereses. Y de ese modo “haciéndose uno” con ellos, es
abrirse a otras realidades. Hacerse uno ayuda a superar los individualismos,
hace conocer aspectos de las personas, de la vida, de la realidad,
que amplían también
el horizonte político:
el político que aprende a hacerse
uno con todos será más capaz de entender y de
proponer.
Y
por último, la fraternidad encuentra plena expresión en el amor recíproco,
verdadera necesidad para la democracia, entendida rectamente: amor de los
políticos entre ellos, y entre políticos y ciudadanos. El político de la unidad
no se contenta con amar él solo, sino que trata de llevar al otro,
aliado o adversario, este espíritu, porque la política
no nace sólo de una decisión
individual, sino que es relación, un proyecto común. Un amor reciproco que la política
exige, no sólo en las
relaciones personales, sino como exigencia institucional. Las distinciones de
los cargos que la democracia asigna, en su significado más profundo tienen la
finalidad de permitir el amor reciproco: si la acción
de amor del gobierno se expresa en la propuesta
y en la decisión, la
respuesta de amor de la oposición se manifiesta en la contrapropuesta y el
control, esa es la verdadera democracia, no como estamos acostumbrados a ver la
confrontación. Pero todos estos aspectos del amor político, que realizan la
fraternidad, exigen sacrificio y no son fáciles.
En España, cuando Chiara nos
visitó en el 2002, sembró la semilla que produjo sus frutos de modo que el MPPU
se fundó el 22 de noviembre del 2004, en la sede del Parlamento Europeo en
Madrid. El Centro del MPPU, lo componemos representantes de diversas
sensibilidades políticas, culturas, lenguas,.. que aporta el rico panorama
político español. Construimos esta experiencia de unidad en la diversidad, que
queremos trasladar a la vida pública, creando un espacio de diálogo, con
transparencia en la comunicación, siendo posible expresar tu opinión
libremente, siendo fieles a este principio entre nosotros y comunicando nuestra
experiencia a otros, para transformar nuestro entorno más inmediato.
Propiciamos contactos
con políticos en Andalucía, Aragón,
Cataluña, Extremadura, Madrid,
País Vasco, espero que también ahora en Valencia,.. creando espacios de fraternidad: los políticos se sienten con la confianza de poder
expresarse con libertad (sin el “corsé” del partido), y de ser escuchados a fondo, sin prejuicios… Se origina un enriquecimiento entre los políticos de distintos
partidos, ámbitos y territorios, que repercute en la acción de su trabajo diario.
Es nuestro deseo difundir
esta nueva cultura
de la Fraternidad, tan necesaria en la actualidad, a través de mesas redondas, jornadas, contactos personales y
publicaciones en distintos medios,
sobre la Fraternidad como categoría política
de la que ya se han realizado también algunas tesis doctorales.
Hoy en nuestro
planeta la fraternidad es más necesaria que nunca. Lo estamos viviendo de forma concreta
y directa ante la crisis
sanitaria generada por el Coronavirus, o los grandes
temas que involucran a la comunidad internacional en este período: la
cuestión ambiental y en particular la ecología humana, el desarrollo y la
alimentación, los problemas referidos al patrimonio genético de los diversos
grupos humanos, la inmigración… Sin embargo, sabemos que las causas son más de
una, pero fundamentalmente el desequilibrio entre países pobres y ricos. Por eso es necesario - los tiempos
lo exigen - una distribución más justa de los bienes.
Pero los bienes no se mueven por si mismos, si no se mueven los
corazones y se ejecutan desde los gobiernos.
De aquí la urgencia que el ideal de la fraternidad ponga raíces en todos los pueblos y en modo especial entre los políticos
también de distintas naciones. ¿Es un sueño? Para quién cree únicamente en sus
propias fuerzas, sí. Pero para quien cree en Aquel que guía la historia, ningún sueño es imposible, ya lo expresaba
en los inicios Chiara. Y esto es lo que espera el MPPU,
quizás como un pequeño David frente a Goliat, junto a todos los demás que están
comprometidos en hacer su propia parte, fortaleciendo la unidad. Una unidad
siempre en la diversidad, en la libertad, construida por pueblos y personas,
que sean realmente ellas mismas, portadores de su propia identidad y de su
propia cultura, abiertas y en diálogo con las
demás.
Es así como trato
de vivir mi compromiso político, generando esta cultura nueva, partiendo de la
fraternidad, que haciendo posible la transformación social de mi entorno más
próximo.
Muchas gracias por su atención.
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