El taller de costura de Maribel y sus
"modistillas" tiene que cerrar por el coronavirus. A los pocos días
una compañera, Juani, comenta: “qué pena que ya no podamos reunirnos, seguro
que me hubierais ayudado a hacer mascarillas”.
Y la respuesta fue tajante: dinos como podemos hacer y te ayudamos. Y comienzan a organizarse: una de ellas, Alcázar
que tiene un puesto de productos cárnicos en el mercado de San Francisco,
enseguida lo pone a disposición para centro de operaciones.
Este es el proceso:
Maribel desde el balcón de su casa, lanza material para las mascarillas. Abajo
espera pacientemente Enrique, al que todas llaman cariñosamente:
Enrique el Bueno.
También Juani, que trabaja en el hospital, lleva la
tela para las mascarillas al puesto de Alcázar. Y allí recogen el material algunos maridos de
estas amigas del taller de costura y se distribuye por zonas. Enrique, Antonio,
son dos de estos maridos que acuden para entregar a distancia los materiales: o
bien desde su coche, o dejándolos en un ascensor, o esperando debajo de un balcón
que lancen el paquete…
Cuando están hechas, recorrido inverso y vuelta a empezar. Después
se llevan al hospital y se esterilizan. También se distribuyen en algún otro
centro sanitario de la ciudad.
Algunos días son más de 10 horas de costura, con el ánimo de
poder ayudar.
Las manos agarrotadas y el dolor de espalda no cuentan. Hay que
hacer cuántas más, mejor. Pero nunca falta la alegría. Saber que nuestra
cooperación puede salvar vidas, nos tiene totalmente en pie. Podría estar haciendo vestidos para mis nietas, pero eso puede esperar- comenta Loly -.
No cabe el
desánimo, aunque sepamos que incluso nuestros familiares pueden estar
en riesgo de contagio. Cuando apartas tu preocupación para colaborar con los demás,
encuentras una alegría indescriptible. Es la solidaridad, que llena nuestros corazones.
Hasta llega el momento de bromear: "puedo llegar a ver
mascarillas por todas partes…"
No hay comentarios:
Publicar un comentario